Ella es una mujer que ha roto muchas barreras.
Los obstáculos no la detuvieron jamás.
Ella ha desafiado las leyes del país al crear
situaciones nunca vistas en el derecho uruguayo.
Cerca de las 3 de la tarde del último 6 de febrero, Michelle se baja de un taxi en la puerta de la cafetería en la que quedamos de vernos, en la esquina de la calle principal de Montevideo, 18 de julio, y la calle Tristán Narvaja. Me saluda muy amablemente y entramos para encontrarnos con su socia del estudio en el que trabaja. Ellas conversan sobre temas de trabajo, y Michelle le entrega su cartera antes de ir a hablar con unas personas. Son amigas desde que estudiaron juntas en la Facultad de Derecho. Me cuenta que han quedado un poco preocupadas ya que les robaron hace poco.
El lugar es muy acogedor, un lindo ambiente. Los meseros conocen muy bien a los clientes, y sin duda a Michelle. Durante nuestra conversación más de uno de los empleados del café se acerca a saludarla muy afectuosamente o susurra “Michelle” a lo lejos.
-¿A quiénes admirabas cuando eras chica?
-¡Ay! Cuando era chica, pero chica ¿de qué edad?
-10, 15 años
-A mi madre–responde, decidida.
-¿Fuiste una adolescente tranquila o eras más rebelde?
-Era bastante intelectual, era como bastante… era una mezcla de ratón de biblioteca, al mismo tiempo tenía una amiga, que sigue siendo mi amiga de toda la vida, con la cual sí salíamos muchísimo, entonces éramos una mezcla extraña. Yo me acuerdo que había una compañera en el liceo que siempre decía que yo era una traga (estudiosa) concheta (creída)…. (se ríe). Era como una mezcla, una imagen bastante descriptiva, porque en el fondo unía dos cosas que no parecían mezclables, que sea como muy estudiosa, muy prolijita y al mismo tiempo tenía una vida social activa.
-¿Siempre te sentiste mujer?
-Sí, yo desde que tengo uso de razón me sentí una mujer, lo que sí cuando era chica me acuerdo que me daba cuenta que no era bien vista para el alrededor, no era bien vista para los maestros en el jardín de infantes. Sí me daba cuenta, o me empecé a dar cuenta fue cuando fui creciendo más. Mi madre era la única persona que hacía la vista gorda ante esas situaciones, y eso hizo que yo tuviera una infancia muy feliz. Porque era obvio que ella encontraba no sé, la ropa de muñeca que yo me compraba con mis ahorros, era obvio que encontraba montones de cosas.
-¿A ella nunca le importó?
-Mi madre lo que hacía era hacer como que nunca los veía, o sea hacer que no se daba cuenta donde yo los escondía. Eso es lo que hizo que mi infancia sí fuera muy feliz.
-¿Cómo fue tu proceso cuando decidiste hacer la transición?
-A ver, yo lo hice a los 15 años, fue la primera vez que manifesté públicamente que mi identidad era femenina, que me iba a llamar Michelle y punto. Y sí fue una eclosión, porque eso implico por un lado el sentir el apoyo de mi familia, principalmente el de mi madre y mi padre. Y por el otro lado también fue el perder de un día para el otro el aprecio y el respeto de todo mi entorno social, y la cuestión era que eso implico que de golpe y porrazo personas con las cuales yo me había relacionado desde mi niñez, que habíamos hecho la escuela juntos, el liceo juntos, que habíamos ido a inglés juntos, que si bien tal vez no éramos amigos, sí éramos compañeros y personas a quienes yo apreciaba profundamente, de golpe y porrazo aquel aprecio y aquel respeto que me manifestaban se transformó en desprecio de un día al otro. Yo me acosté siendo una persona y cuando desperté me encontré con un enorme rechazo, pero fue.
-A los 15 años sentiste que era el momento de hacer el cambio, ¿qué te paso en esa etapa?
–A los 15 me paso que no pude soportarlo más, era algo que yo hacía años que venía sintiendo y que trataba todo el tiempo de evitar por miedo, por miedo a qué iba a pasar, a qué reacciones iba a tener, a si me iban a rechazar, a si iba a poder soportar los costos que implicaban mi libertad, y yo lo maduraba y lo pensaba mucho y todo el tiempo y un día me pasó que en ese proceso de maduración estábamos en filosofía leyendo un texto de Gramsci que al final, en su último párrafo decía: “Atrévete a ser el protagonista de tu vida, y no un mero espectador de ella”. Y me di cuenta que lo que yo venía haciendo era eso, era una espectadora pasiva de mi vida, y no la protagonista. Me iba a terminar pasando como el Infierno de Dante, en “La Divina Comedia” de Dante, donde los indiferentes aquellos que nunca supieron apostar su vida por algo, no querían ni el infierno ni el paraíso, estaban en el vestíbulo, y bueno yo creo que estaba camino a ese lugar. Entonces tomé la decisión. Obviamente eso implicó pagar un costo muy alto, pero me alegro de haberlo hecho.
-¿No lo pensaste dos veces cuando la gente te comenzó a tratar diferente?
-No, en el momento en que podés respirar una bocanada de libertad no volvés nunca más atrás.
-¿Qué rama del Derecho ejerces?
-En realidad varias, nosotros trabajamos con cualquier estudio en prácticamente todas las áreas, en la única en la que de repente somos un poco más exquisitas es en lo penal. Y obviamente tenemos una especialización que nadie tiene en el país, que tiene que ver con todos los temas que tienen que ver con el género y la diversidad sexual.
-Leí que lograste cambiar tu título para que apareciera tu nombre femenino, ¿Qué tuviste que hacer?
–Yo me recibí en la primera semana de diciembre del 2009, y en ese momento fue cuando sale la sentencia de cambio de identidad, que cambiaba toda mi documentación. Eso conllevaba que yo tenía una escolaridad masculina, por tanto iba a tener un título con nombre masculino, pero iba a tener una cédula y documentos de identificación femeninos. Entonces obviamente nunca había pasado una situación así, yo era la primera y por ahora soy la única, y al mismo tiempo que no había pasado, no había procedimientos al respecto. En vez de ir a través de bedelía lo que yo intente fue ir directo a decanato plantear la posición e hice un pedido por escrito el cual fue derivado a jurídica, y jurídica realizó un informe (jurídica de la universidad) a favor de las argumentaciones que yo realizaba y que según ellos sí se podía habilitar perfectamente mi pedido, y terminó pasando que el título me salió con la identidad que refleja mi identidad social y eso obviamente tuvo su eco tanto en el carné de abogada como en mi juramento ante la Suprema Corte de Justicia y demás.
-¿Cuándo comenzaste a formar parte del Colectivo Ovejas Negras?
-En enero del 2010.
-¿Por qué sentiste que tenías que formar parte del mismo?
-Fue un proceso muy personal que tiene que ver con que en noviembre de 2009 falleció mi madre. En ese momento se estaban dando muchos cambios, mi cambio de identidad, recibirme como abogada, obviamente cosas que esperé duramente muchos años y que no disfruté dada la conmoción que yo estaba viviendo por su muerte. Y siempre mi manera de manejar mis dolores era a través de lo académico y lo laboral, tratar de convertir un dolor muy grande en algo positivo, en algo productivo. El tema es que esa vez el dolor era tan hondo, tan desbordante, que los mecanismos que yo podía tener no me alcanzaban, y en dialogo constante con quien ahora es mi amiga y socia, se me recomendó que por qué no iba, por qué no probaba el conectarme con el Colectivo Ovejas Negras porque yo tenía los mismos ideales, siempre había coqueteado o había sido quien iba a charlas de cuestiones que tenían que ver con derechos humanos, pero nunca había pasado a militar, y entonces por qué no intentaba, por qué no hacerlo. Mandé un mail, me conecté y tuve una reunión. Me sentí muy a gusto, también creo que ellos conmigo, e inmediatamente comencé a trabajar. Prácticamente cuando ingresé encontré mi espacio de inmediato, que era un espacio que tal vez estaba muy descuidado que tenía que ver con lo jurídico dentro del colectivo. Se me dio la libertad absoluta para trabajar, y prácticamente lo primero que hice fue el anteproyecto del matrimonio igualitario. Entonces eso también fue lo que conllevó que yo pudiera ubicar mi dolor en algo productivo, tal vez por eso era un proyecto que lo sentí tan propio, aunque es una obra colectiva…. yo lo sentía como el hijo de mi dolor.
-¿Te parece que Uruguay ha tenido progresos en cuanto a la discriminación que sufren las personas de la comunidad LGBTIQ?
-¿Supiste sobre la muerte de Leelah Alcorn, una chica transexual de Estados Unidos que se suicidó?
-Sí, o sea supe obviamente elementos de prensa al respecto. Una situación absolutamente lamentable. Hay muchos jóvenes que llegan a ese límite, pero la historia no causa tanta conmoción.
-¿Qué pasó con Leelah?
-Yo creo que el elemento que tiene que ver es lo que la arribó a tomar una decisión de ese tipo, que una persona considere que la única escapatoria de libertad, la única posibilidad de libertad es la muerte porque la internan en una clínica para de alguna manera “normalizarla” y de alguna manera dejar de ser algo que es anormal, lo que nos hace detectar es que muchas veces que pertenecen a la diversidad sexual pasa una situación que no pasa con otros ejes de vulnerabilidad. O sea cuando un chico es discriminado porque es pobre, vuelve a su casa y tiene padres que le dicen, “no te preocupes vos estás bien”, cuando un chico es negro y vuelve a su casa tiene padres le dicen “no te preocupes por lo que te dicen, porque vos estás bien”, cuando un chico es discriminado por ser obeso, sus papas le dicen “no te preocupes, porque vos estas bien”, cuando un chico es gay y lo discriminan por eso, vuelve a su casa y le dicen “ellos tienen razón”.
-¿Qué le dirías a un joven que está pasando por lo que tú viviste?
-Que a veces parece que la oscuridad es tan profunda, que nunca vas a encontrar la luz y se encuentra. Yo cuando tenía 15 años la pregunta que me hacía es si iba a cumplir los 16 viva y la vida me sorprendió siendo mucho más generosa de lo que yo pensé, me permitió ejercer mi vocación, me permitió reconocer mi identidad, me permitió luchar por otros que les pasa lo mismo que a mí, y que incluso algunas personas han sido tan generosas que me devuelven afecto por hacer lo que todos deberíamos hacer: respetar a nuestros iguales. La vida fue mucho más generosa de lo que yo creía, si yo le contara a aquella adolescente de 15 años que pensaba que el mundo la odiaba, que al final del camino iba a poder desarrollarse plenamente, seguramente yo misma no lo creería. Yo a veces pienso: “¿yo realmente viví todas esas cosas? Sí las viví” y se puede salir de ahí sana. El tema es poder soportar lo suficiente, y perseverar lo suficiente, y si tenés mucha suerte está la posibilidad de que tus enemigos no estén en tu casa. Yo como siempre decía los enemigos estaban afuera. Mi casa seguía siendo mi refugio y yo tenía dos padres que me amaban.
En Estados Unidos ha habido muchos casos de mujeres transexuales de color que han sido víctimas, asesinadas,
-¿Te parece que acá se da lo mismo, que un grupo determinado de la comunidad sufre mayor discriminación?
-No, lo que pasa es que las discriminaciones se van sumando, van actuando casi en forma espiral. Por ejemplo yo siempre decía que yo por ejemplo era un conglomerado de discriminaciones, porque yo podía ser discriminada por ser mujer, por ser trans, por ser joven, por ser obesa; entonces yo decía me falta ser negra y judía y completo la lista (bromea). Justamente eso es lo que sucede por ejemplo con las mujeres trans, son mujeres, son trans, generalmente cuando unen estas identidades públicamente son muy jóvenes, por las reacciones de su entorno y de su familia principalmente terminan excluidas del sistema sanitario, del sistema educativo, muchas veces si a eso le sumas que son del interior del país, y son pobres, y terminan para sobrevivir como única salida recorriendo al trabajo sexual, lo cual también trae otra esfera de discriminación, si a eso le sumas que de repente son afro descendientes vas sumando elementos y eso hace que muchas veces las situaciones de discriminación terminen en de marginación donde la persona sobrevive en la periferia de la sociedad.
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